Spain is different

No había en Europa un lugar más adecuado que España para el enfrentamiento violento entre derecha e izquierda. La Iglesia católica, que en Italia y otros países había desarrollado un papel centrista y moderado, en España se encontraba totalmente alineada a la derecha, junto a los grandes latifundistas e impermeable a las corrientes cristiano-democráticas que habían modificado profundamente el panorama político de otros Estados. En España, el centro moderado representado por la burguesía urbana era débil, y la Iglesia todavía era un puro y simple instrumento de un gobierno opresivo y no, como en el resto de Europa, un lugar para la mediación de los conflictos sociales.

Habla de hace un siglo, pero la cosa venía de lejos…

[Paolo Viola, Il Novecento. Turín, Einaudi, 2000, p. 172].

El Quijote entre mito y novela

1. Mito y novela

Michelle Houellebecq distingue las dos cosas en su ensayo sobre Lovecraft. Para el francés una novela es algo cerrado, o, por mejor decir, enmarcado: tiene un desarrollo claramente definido por un autor, quien decide qué se narra y qué no se narra, él sabrá porqué. El autor es, así, el límite de la novela. El mito, en cambio, es una historia que sobrepasa a su propio autor: es retomada por otros, existen versiones distintas y, en el caso de la mitología clásica, se ha transmitido durante siglos sin que se conozca, siquiera, quién fue el primero a quien se le ocurrió tal o cual mito. El escritor de Providence sería, en este sentido, un moderno creador de mitos. Los de Cthulhu, por ejemplo, son historias que abandonan a su creador para verse ampliadas y desarrolladas en las obras de los seguidores de Lovecraft -la fan fiction se convierte, así, en el vehículo de transmisión de esta mitología contemporánea.

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Las guerras del lenguaje, o la importancia de decir las cosas

El director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, no se olvida de que también ha sido director de la RAE y dice que hablamos un español «zarrapastroso». Lo cual es cierto. Cuando le preguntan si es casualidad que la degradación de un país y la de su lenguaje vayan de la mano, recuerda que

El fascismo cambió el lenguaje para dar idea de camaradería, y los regímenes totalitarios tratan de borrar ciertas palabras. Somos lengua, un Estado es lengua, de ahí que la cultura no sea un adorno, sino algo que nos constituye y nos hace.

Y de ahí que sea tan grave lo que este Gobierno está haciendo con la cultura ante la mirada impasible de la mayoría, que aceptamos tácitamente que hay que recortar y, por lo tanto, arte y cultura y divulgación –que son secundarios y solo sirven para hacer bonito–, tienen que ser las primeras víctimas de la tijera.

Nicolas Maquiavelo, Niccolo Machiavelli

1. Nicolás Maquiavelo recordaba, hace unos 500 años, uno de los errores que cometió la Iglesia Católica respecto la cultura clásica romana: hablar su mismo idioma. El hecho de no abandonar el latín sino, al contrario, apropiárselo como el idioma oficial de los eruditos y letrados, permitió que durante el Renacimiento se volviera a los textos de los filósofos y naturalistas paganos y se divulgaran ideas con tintes herejes, como la teoría de los mundos infinitos de Giordano Bruno o la interpretación circular de la historia del mismo Maquiavelo.

Según el pensador florentino, los antiguos romanos sí cancelaron de la memoria colectiva el idioma de los etruscos, antiguos pobladores del Lacio, consiguiendo con ello su efectiva aniquilación. Nadie lograba descifrar, siglos después, las inscripciones que dejaron en lápidas y estelas. Sus mismos descendendientes eran incapaces de entender la cultura de sus antepasados. Conclusión: la victoria definitiva sobre el adversario no se da en la guerra, sino en el campo de batalla de la memoria y la cultura. El arma definitiva, ahí, es el lenguaje. El imperio romano era, también, el imperio del latín.

La Iglesia se sirvió de este idioma y, con ello, perpetuó la cultura romana clásica. En la Edad Media la Inquisición, sabedora de la imposibilidad de cancelar el latín, se conformó (es un decir) con el hecho de que lo hablara un reducido número de personas. Ante la invención de la imprenta, el control de las traducciones de los textos clásicos se volvió el arma fundamental para mantener el adoctrinamiento dogmático de la mayoría de la población.

2. Teniendo esto en cuenta, creo que es difícil sobrevalorar la importancia del lenguaje. El lenguaje cotidiano –escrito en e-mails y periódicos, el que se habla en la calle y el que escuchamos en el telediario– incide en la calidad de la cultura. El olvido de ciertos términos, o la falta de precisión, tiene costes que no son solo culturales.

Ahora es cuando viene el de siempre con aquello de que…

a mí estos viejunos de la Academia no me tienen que decir cómo hablar mi idioma. Yo hablo como quiero y el lenguaje es un ser vivo que evoluciona y no vamos a estar hablando como si fuera el siglo XIX y qué se creen y tal y tal…

Por supuesto, cada uno es libre de hablar y escribir como quiera, pero ¿porqué damos por sentado que hablamos «como queremos»? ¿Somos realmente libres cuando elegimos usar un término y no otro? En la actualidad puede que no exista la Inquisición como tal, pero siguen operando mecanismos de censura y autocensura que, propagados desde determinadas instituciones, distorsionan el lenguaje y, con ello, nuestra percepción de la realidad.

Uno de estos mecanismo es la corrección política. Otro, las modas lexicales. Es cuando, de repente, empezamos a oír por todas partes, sin saber porqué, expresiones como «poner en valor», «veremos a ver», «emprendedurismo» o «la marca España». Son expresiones feúchas y, en muchos casos, no son inocuas. Un ejemplo: cierto discurso político ha adoptado el término «la marca España» como excusa para anteponer la «buena» imagen de nuestro país en el extranjero a las necesidades y problemas de sus ciudadanos. En este sentido, entender España como una marca justifica la sumisión y el consentimiento hacia aquellas medidas que muchos consideramos injustas para lograr, así, una buena imagen del país –que sería el valor más importante.

marca españa

Dice Cinco Días que ‘La Roja anima el consumo y reactiva la marca España’. Me quedo más tranquilo.

«Marca España» es un término propio del márketing que, de manera subrepticia, introduce en nuestra mente la idea de que España es un producto con un determinado valor, una fábrica cuyo fin es vender en el extranjero. ¿Qué vende? Cualquier cosa: la imagen del país, sus empresas, incluso las personas que lo habitan. Nosotros mismos, se nos dice, tenemos que ser marca. Cualquier cosa es susceptible de objetivarse y convertirse en mercancia bajo el prisma comercial que encierra el término. Nos olvidamos, así, de que antes que una marca España es la suma de sus ciudadanos y el objetivo último de sus gobernantes no es vender, sino garantizar un estado del bienestar. ¿Que una cosa lleva a la otra? Puede, pero no siempre, y eso no hay que perderlo de vista.

3. En septiembre tres profesores publicaron en El País un buen artículo sobre la ocupación del lenguaje perpetrada por la clase política actual mediante la creación y propagación de determinados conceptos. Ejemplos: el manido «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades» o «hay que lograr la confianza de los mercados» –expresión que personaliza y dota de sentimientos a un ente anónimo como el mercado, cuyo único objetivo es ganar dinero.

También está lo de «España está haciendo los deberes«, que nos describe como malos estudiantes que tienen que aplicarse para pasar una reválida. La expresión transmite un cierto paternalismo (esos padres que obligan a los hijos a hacer los deberes por su bien) y nos infunde la idea de que nos hemos portado mal y estamos pasando un mal necesario para lograr un éxito futuro: ¿pero qué culpa tenemos exactamente? ¿En qué consiste ese éxito prometido? ¿Cuál es el examen? ¿Qué ganamos exactamete si lo aprobamos? La familiaridad de la comparación nos hace olvidar el duro contraste con el objeto que compara, la dolorosa realidad: la gente no se suicida por no hacer los deberes, sino porque la desahucian de su casa.

Oímos a muchos periodistas preguntarse porqué Rajoy no habla de «rescate», o porqué Montoro no dice «amnistía fiscal». La respuesta es clara: construimos nuestra realidad a través del lenguaje, por lo que negarle el nombre a un determinado hecho supone negarle su realidad: si no lo nombro no existe, y si logro que los demás dejen de nombrarlo dejará de ser percibido con la connotación negativa que le da su nombre. Es decir, que dejará de existir como tal. El lenguaje, desde este punto de vista, es el arma y también el campo de batalla. Lo que está en juego es la realidad compartida por todos y la posibilidad de entendernos cuando hablamos de lo que más importa.

Vamos, ¡que hay que hablar bien, joder!

Alice Munro

Iluminar la realidad. Leo Escapada, de Alice Munro. En apariencia nada. Quiero decir que en sus relatos no sucede nada particular: gente corriente que se casa, que se separa, alguien se muere, de repente pasan 30 años, un reencuentro, la protagonista se entera de algo nuevo. Nada espectacular: no hay grandes revelaciones, nada cambia en apariencia. Pero un pequeño detalle lanzado así, de cualquier manera, de repente te hace entenderlo todo de otra manera, y la vida de la protagonista cambia de sentido y todo adquiere otra luz y esa luz te deja helado. Explicarlo se hace difícil.

"Alice Munro"Algunas cosas sobre ella: Alice Munro es canadiense, se crió en una familia estrictamente presbiteriana y a los veintipocos estaba viviendo en su pueblo casada y con tres niños. Mientras los niños dormían la siesta ella escribía, y para acomodar el tiempo de escritura al del sueño de sus hijos empezó escribiendo relatos breves. Por eso -dice- el cuento es la forma literaria con la que se encuentra más cómoda.

Según la Wikipedia Munro reconoce en su obra la influencia de escritoras como Flannery O’Connor y Carson McCullers, además de James Agee y William Maxwell. Muy bien. A mí me recuerda a Raymond Carver. ¿Por qué? Porque he leído a Carver, y a los otros cuatro no. Pero creo que el acercamiento tiene sentido: Carver cuenta, como Munro, tragedias y revoluciones que suceden en el fuero más íntimo de sus personajes, que se manifiestan en eventos de los que nadie se da cuenta, escenas en las que nada sucede, al menos aparentemente. En ambos autores el diablo está en los detalles, y éstos tienen que ver con el universo privado de cada protagonista. A nosotros nos toca descifrarlo (y no siempre es fácil, en un libro de Munro no se entra de cualquier manera: hay que pedir permiso y tener paciencia).

¿La diferencia? Munro maneja la elipsis y el ‘flashback’. Es decir, Munro maneja el tiempo: entendemos el universo de la protagonista gracias a cuatro trazos relativos a su pasado situados de manera magistral en diversos momentos del relato; de repente pasa media vida y advertimos, por una nimiedad, que lo que creíamos entender no estaba tan claro, que es la misma protagonista la que se replantea su vida por completo, o se resiste a hacerlo ante la evidencia. Ahí está el punto: este manejo del tiempo permite a Munro mostrar no ya la vida de un personaje, sino el sentido que ese personaje da a su existencia. Lo hace palpable y acto seguido deja que se tambalee ante nuestros ojos. Imaginen: el sentido de una vida entera pendiente de un hilo. Y nosotros lo leemos y nos lo creemos. Y por eso te deja helado.

Un ejemplo: En Desencuentro una mujer encuentra al hombre de su vida de una manera fugaz. Él se tiene que ir al extranjero, pero acuerdan una cita en el mismo lugar al año siguiente. La mujer se da cuenta de lo idiota que es todo, de que piensa en la cita porque su vida es bastante triste, o tal vez no quiere pensarlo. El caso es que el día de la cita acude al mismo lugar, llega un poco antes y el hombre la rechaza. Ella siente una gran vergüenza que recordará el resto de su vida, que por otra parte se desarrollará de manera gris (tal vez lastrada por esa misma vergüenza). De repente pasan treinta años y ella se encuentra frente a frente con el cadáver del hombre (es enfermera). Y no voy a seguir, pero ahí se da cuenta de que todo era distinto a como ella había creído, y que tal vez hubiera bastado llegar a la cita a la hora convenida para que su vida hubiera sido diferente, seguramente mejor. Tal vez sea el relato menos sutil, con un engranaje más vistoso (de hecho el título original es «Tricks»: «trucos», «engañifas», como si aludiera a la trampa narrativa que esconde el relato. En italiano lo han titulado «bromas del destino»), pero el espíritu es ese.

Lo complicado, claro, para que esto funcione son los detalles, el clima, la profundidad que Munro logra imprimir con un estilo austero, en el que cada adjetivo está para decir algo. Hay cambios de puntos de vista, hay catarsis necesarias que no llegan por ningún lado, hay reacciones de personajes que no entendemos pero, por alguna razón, necesitamos entender. ¿Por qué? Porque Munro nos coloca dentro del universo de ese personaje y por eso, aunque en apariencia no suceda nada interesante, no podemos dejar de leer, igual que no dejamos de vivir porque no hagamos nada interesante. Lo que pasa cuando no pasa nada explica lo que haremos en los momentos decisivos.

Podría añadir muchas más cosas pero no creo que sirviera de mucho. Tampoco creo que sirva lo que llevo escrito. Ya digo que explicarlo se hace difícil. Por eso me consuela que un escritor competente también encuentre dificultades y diga en una reseña del libro:

»Runaway» is so good that I don’t want to talk about it here. Quotation can’t do the book justice, and neither can synopsis. The way to do it justice is to read it.

Y añade:

Reading Munro puts me in that state of quiet reflection in which I think about my own life: about the decisions I’ve made, the things I’ve done and haven’t done, the kind of person I am, the prospect of death.

Pero así, como quien no quiere la cosa. Lean a Munro caramba.

"Alice Munro" "In Fuga"

[Escapada, de Alice Munro, traducido por Carmen Aguilar y editado por RBA en 2005. Aquí y aquí un par de reseñas de La Pareja de Escritores. Aquí una entrevista en El País bastante aburridilla. Aquí la reseña de El Cultural. Aquí un aficionado a la ciencia ficción le pone nota a cada relato (¿?) y dice algunas cosas interesantes (en inglés). Aquí la reseña del New York Times escrita por Jonathan Franzen, bastante larga a pesar de no querer decir nada del libro porque, ya les digo, es difícil hacerlo. Aquí la reseña del The Guardian que me acabo de encontrar y no he leído aún].

Bankia y la narrativa valenciana

1. Llegar a la realidad desde la ficción.

Societat Limitada Ferran TorrentEn su novela Societat Limitada Ferran Torrent describe una escena que estos días no deja de dar vueltas por la cabeza: Francesc Petit, cabeza de lista del imaginario Frente Nacionalista Valenciano para las elecciones autonómicas, se reúne con Antonio Sospedra, Director Gerenal de la caja de ahorros Bancam, para pedirle un préstamo de 125 millones de pesetas con el que financiar la campaña electoral. Para garantizar la solvencia económica de su partido, Petit apela a los buenos resultados electorales que las encuestas le pronostican, y recuerda a Sospedra que los otros dos partidos mayoritarios reciben préstamos mucho más generosos. Se trata, sin embargo, de argumentos de poco peso para el director, quien le replica que el FNV ya está endeudado hasta las cejas y le pide una garantía real de solvencia: «nosotros no vivimos de promesas sino de bienes tangibles. La política no es un bien evaluable. Tenemos que responder ante los impositores y las instituciones».

Parece una afirmación hipócrita pero en el fondo es cierto: debe responder ante la institución que realmente gobierna la caja. Terminada la reunión descubrimos que la persona ante la que responde Sospedra es Júlia Aleixandre, subsecretaria de la presidencia de gobierno valenciano, quien le ha ordenado que no conceda ningún crédito al FNV para forzarles así a acudir a ella. Dado que su partido ostenta la mayoría en el consejo de administración de la caja, Petit le pedirá el crédito a Aleixandre. Ésta, a cambio, le exigirá que entregue a su partido (el «partido conservador») las ocho alcaldías en las que el FNV gobierna en coalición con los socialistas. Todavía ignaro de esta trama, Petit abandona el despacho de Sospedra con el magro botín de dos libros editados por Bancam: uno de recetas de cocina valenciana y otro de rondallas tradicionales. Obra social.

Como decía aquél, cualquier parecido con la realidad es inevitable. No hay que ser muy avispado para ver a Bancaja, que ahora forma parte de Bankia, detrás de esa ficticia Bancam. De este modo, los poco honorables enredos políticos y empresariales descritos por Torrent ayudan a entender, al menos en parte, el desastre bancario que ocupa las portadas de los periódicos de estos días. No es ningún descubrimiento pero conviene recordarlo: el desastre de Bankia lleva muchos años gestándose en el despacho de los Directores Generales de las diversas Bancam españolas: malos criterios empresariales, nefastas dependencias políticas y nulos controles externos han llevado a esta situación.

2. Llegar a la ficción desde la realidad.

societat limitada Ferran Torrent Bankia

Buscando «Sociedad Limitada» en Google me sale Tamara Falcó. No digo ná y te lo digo tó (fuente: vanitatis.com).

Pues parece ser que Bankia necesitará 23.000 millones de euros para «sanearse», «recapitalizarse», «reinventarse» o [pongan aquí su eufemismo preferido]. Decían en la radio que salimos a unos 500 euros por español. Bien. Apunta Goirigolzarri, el presidente de la entidad, que no se trata de un préstamo sino de «capital»: «es capital y no hay que hablar de devolver nada, sino de crear valor para los accionistas«. Crear valor. Hay que darle valor a esos activos tóxicos. Hay que poner en valor Bankia. ¿No es lamentable la moda esta de «poner en valor» todo? ¿Por qué se usa tanto la expresión? ¿No les parece un horror? Cuidado amigos. Esta clase de nuevos palabros suelen estar al servicio de la ficción, pero esta vez de la mala ficción, la que se usa para enmascarar la realidad y no para iluminarla. Ese «poner en valor» se traduce, en definitiva, en pagar por acciones que no valen nada para venderlas el día de mañana, cuando valdrán mucho más, y recuperar así lo pagado. Simple. ¿Y cómo sucederá esto? Goirigolzarri lo tiene claro: va a hacerlo tan bien al frente de Bankia que en unos años nos quitarán las acciones de las manos. Así, tal cual. Mucha alta finanza y muchos MBAs, pero cuando se planta ante un micrófono para explicarnos el tema el presidente nos sale con el cuento de la lechera. De las ficciones en que quiere envolvernos Rajoy mejor no hablamos, que daría para un par de entradas más.

Conclusión: los protagonistas de este embrollo se valen, vaya usted a saber por qué, de narraciones torpes, cuyo final adivinamos, y que no logran lo que pretenden, que es enmascarar lo que realmente ha ocurrido con Bankia. La ficción de Torrent, en cambio, nos ayuda a entenderlo todo mejor. Para que luego digan que la literatura no tiene aplicación práctica. En fin.

[Las cita es de Ferran Torrent, Societat limitada. Barcelona, Columna, 2002, p. 34, traducida por un servidor. Lo dicho, un crack].

Francisco Tárrega compone para Nokia. Un apunte sobre comunicación cultural

Hace tiempo me daba por preguntarme quién habría compuesto la melodía de los móviles Nokia, y me imaginaba al compositor nadando en una piscina llena de billetes de 500 euros. Ahora, con la llegada de los ‘smartphones’, el móvil formato adoquín y sus politonos han venido a menos: aquella famosa melodía ya no se oye. Sin embargo, todos la hemos oído cientos de veces. ¿De dónde viene? Atentos al segundo 14 de este vídeo:

Pues sí, la melodía es la misma excepto por la nota final (un ‘la’ que aquí está una cuarta más abajo, o al menos eso dicen los entendidos). Forma parte del ‘Gran Vals’ compuesto por Francisco Tárrega, compositor y guitarrista del siglo XIX cuyos herederos, por cierto, no han visto un duro por el uso que Nokia ha hecho de su obra. Los motivos son dos: no existen herederos (importante) y los derechos de autor ya habían expirado cuando Nokia adaptó la melodía. La piscina de los euros se quedó vacía.

Franciso Tarrega por Vicente Castell

Francisco Tárrega retratado por Vicente Castell (1904). Fuente:Wikimedia

En realidad, la del tono de Nokia es una historia más o menos conocida: en 1994 la compañía lanza el modelo Nokia 2110 que, en la práctica, lo peta: se venden más de 20 millones de terminales. Entre los 30 tonos de llamada incluye uno llamado ‘Gran Vals’, que más tarde acabaría denominándose ‘melodía Nokia‘ (‘Nokia tune’) y vendría por defecto en todos los terminales de la multinacional finlandesa (aquí lo explican de manera bastante completa). De este modo, miles de millones de personas escucharon el motivo de Tárrega sin saber que es suyo, pensando que lo había compuesto míster Nokia o vaya usted a saber.

Lo que me llama la atención del caso es que los blogs que refieren esta historia no dicen: «Nokia adaptó el Gran Vals de Tárrega para el tono de sus móviles», sino «Tárrega compuso el tono de Nokia». Como si lo hubiera hecho a propósito o Nokia ya existiera en el siglo XIX. La forzatura resulta lógica: lo importante aquí y lo que todo el mundo conoce es el tono de Nokia, no a Francisco Tárrega. El compositor queda reducido a anécdota: no es más que un dato curioso sobre el tono y poco más. ¿Está esto mal? Pues ni mal ni bien, simplemente es inevitable. Este blog lleva la forzatura hasta sus últimas consecuencias cuando titula su entrada: «Francisco Tárrega compuso sin saberlo el Nokia Tune». Hombre, lo fuerte hubiera sido que lo hubiera compuesto a sabiendas, en plan pionero de las nuevas tecnologías y los formatos musicales del futuro.

¿A qué viene todo esto? Resulta que Tárrega nació en Vila-Real. Yo suelo pasear por esta localidad, conocida por su equipo de fútbol y por haber alumbrado el primer Mercadona de la historia, entre otras cosas, y muchas veces me encuentro con la casa museo de Tárrega. Se la suele ver un tanto deshabitada: da la sensación de que este hombre merecería ser mucho más conocido de lo que en realidad es. Y se debería empezar por su propia casa, qué menos. ¿Qué hacemos para dar a conocer a Tárrega? Si nos ponemos a hablar de su vida y sus geniales composiciones necesitamos un librillo, un folleto, algo así, y ponerlo a mano de gente con ganas de leerlo. ¿Qué podríamos usar de la historia de Francisco Tárrega para darle a conocer al gran público de manera mucho más instantánea? ¿Qué elemento de su obra conoce todo el mundo?

casa de Francisco Tarrega

Casa natal de Francisco Tárrega, o eso dicen. Fuente: fotos.vila-real.com

Pues sí, a eso voy. Pero claro, poner una placa en la puerta de su casa con la inscripción: «aquí nació Francisco Tárrega, compositor del tono de Nokia» puede causarte muchos problemas. Voy a dejar de lado las cuestiones legales, usar una marca comercial, etc., para centrarme meramente en el plano de la comunicación cultural. Muchos melómanos, admiradores de Tárrega o conocedores de su obra (que no quiere decir que la hayan escuchado) pondrían el grito en el cielo.

¡Con la de obras geniales que compuso, con la maestría de que siempre hizo gala a la guitarra, y vamos a destacar de él la mierda del politono ese que ya ni se escucha!

Pues sí, suena injusto. Pero es que la mierda del politono forma parte indeleble de nuestra memoria auditiva y lo conocemos todos. Esto último creo que vale la pena subrayarlo: «todos» quiere decir cientos de millones de personas que habitan en países desarrollados de ambos hemisferios, de Cuenca a Kyoto. Imaginemos una campaña tipo: «lo que Nokia le debe a Francisco Tárrega» o «conoce al compositor del tono más famoso de la historia», no sé, algo así. ¿Cuánta de esa gente no va a sentir curiosidad por saber quién era el tío del politono? A lo mejor ellos también pensaban que estaba bañándose en una piscina de euros. ¿Y cuántos de esos cientos de millones van a tener el buen gusto de apreciar el ‘Gran Vals’ por lo que es: una pequeña maravilla, y se van a interesar por el compositor? Pues muchos menos, claro, pero ya se imaginan que el 10%, pongamos, de todo el mundo, sigue siendo mucha gente.

¿Valdría la pena hacer algo así? Yo creo que sí. ¿Supondría menospreciar a Tárrega? Pues no lo sé, puede que también. Pero ¿qué interesa más, mantenerle en el olimpo de los intocables, donde lo conocen cuatro, o darle una vuelta por el barrio para que lo vea la gente? Dicho de otra manera: la comunicación de la cultura, sea eso lo que sea, ¿la hacemos subidos a un pedestal, con los cuatro de siempre, o nos bajamos a vendersela al personal a caraperro? Ojo, que parece que lo digo convencido pero en realidad no lo tengo tan claro.

Lo que está claro es que, mientras pienso en estas cosas, los jardines de Vila-Real lucen una estatua-homenaje a Tárrega con la fecha de su nacimiento equivocada. ¿Qué quieren que les diga? Así no vamos bien.

monumento a tarrega en vila-real

Monumento a Tárrega inaugurado el 21 de diciembre de 2002 con motivo del 150 aniversario y un mes de su nacimiento. Fuente: fotos.vila-real.com

Los años salvajes del blog español

¿Cuál fue el primer blog que leyeron? ¿En qué año se dio esa experiencia iniciática?

Yo lo recuerdo bastante bien: debía ser finales de 2002, me bajaba canciones con el Napster y jugaba al Half-Life con mi flamante tarjeta gráfica N-vidia de 8 megas. Los buscadores de referencia eran Altavista o el de Terra, y el navegador Netscape. Por aquel entonces uno no corría el peligro de consumirse la vida en internet: en lo que tardaba en cargar una página tenías el tiempo suficiente para reflexionar sobre la necesidad de verla.

A ver, el primer blog. Pues era de una chica que hablaba de sus cosas de cada día, en plan «querido diario, hoy he hecho todas estas cosas fascinantes, y he pensado estas otras cosas más fascinantes todavía». Viendo aquello uno se preguntaba:

¿Pero esto qué leches es?

Y pasaba a otra cosa.

terra, 2002, buscador

Esto lo veía todos los días para acceder a mi correo. La web de Terra el 23 de Noviembre de 2002

Pasados uno o dos años descubrí que el panorama había cambiado. Los blogs ya no eran «queridos diarios», o al menos no sólo. Descubrí algunos en los que gente inquieta y creativa se dedicaba a escribir sobre sus paranoias y obsesiones con buena traza y una extraña erudición. Muchos de los primeros que frecuentaba son bastante famosos, como el desaparecido blog de Nacho Vigalondo, en el que el director tejía extrañas relaciones entre el cine, los video-juegos y la vida. Ahí estaba (sigue estando) también el Focoblog de John Tones, el gabinete del Doctor Zito, El Blog Ausente, el No Recomendable de Raúl Minchinela, El Emperador de los Helados de Noel Burgundy, y algunos más.

Recuerdo de manera especial El Misterio de los Intervalos de Silencio, desaparecido blog del escritor barra muchas otras cosas Rubén Lardín, con una calidad estética y una capacidad de desasosiego fuera de lo normal. Éste sí que era un «querido diario», pero a lo salvaje.

No soy el único que se aficionó a leer a estos señores, y algunos de ellos son considerados pioneros en la escena digital nacional, sea eso lo que sea (a mí no me pregunten, lo pone aquí. Bueno, está escrito por ellos mismos pero me lo creo). ¿Qué me gustaba de estos blogs? En pocas palabras, que hablaban de cosas estúpidas de manera inteligente. Es decir, que eran blogs que hablaban de imitadores de Bruce Lee, de la narrativa de las películas de Van Damme o de las implicaciones psicológicas de Green Beret, y lo hacían tomándose el tema en serio. Creo que fueron de los primeros que dieron alas en internet a ese tipo de acercamiento a la cultura popular, que llevaron ese discurso de los fancines, que leían los modernos de ciudad, a un espacio al alcance de todos de manera instantánea. Creo.

Aquí nos podríamos poner en plan sociológico y hablar de la sobreexposición de una determinada generación (la mía) a ciertos productos culturales de consumo de masas. De su asimilación por parte de niños que, al crecer, no tuvieron prejuicios a la hora de volver a ellos y reproponerlos desde un punto de vista «adulto», atendiendo a sus implicaciones antropológicas, sociales y filosóficas. De un público de esa misma generación y con los mismos referentes culturales dispuesto a acoger esas relecturas. De su influencia en el cine, el cómic y las artes actuales, y tal y cual.

green beret, videojuego

Green Beret. Nivel de dificultad: el infierno en la tierra

Esto es un poco sociología barata pero se podría hacer. Ahora bien, lo que a mí me gustaba era la subversión implícita en todos estos blogs del discurso académico oficial y de la distinción, que le es propia, entre alta y baja cultura. Es decir, que lo que ellos hacían era coger a profesores y periodistas culturales y decirles: «ustedes en sus universidades y suplementos culturales hablan de Tolstoi, de arquitectura románica y de filosofía analítica. Yo voy a dar clases en mi blog de cine de derribo, lo voy a convertir en un Tema Importante y la gente lo ta va tomar en serio».

No sé si se podría decir que intentaban reformular el canon cultural occidental, o que utilizaban internet para crear uno nuevo.

Por supuesto que esto de la subversión cultural no es nada nuevo. Mezclar alta y baja cultura ya lo hizo Rabelais con Gargantua y Pantagruel y, poco después, Cervantes. Desde Rabelais y su mundo, de Mijail Bajtín,  la disciplina de la historia cultural es consciente de la necesidad de conocer la frontera que cada sociedad establece entre alta y baja cultura, frontera que hay que romper si queremos conocer en profundidad una determinada cultura. Ahora bien, esto que digo es un discurso propio de la Academia y considerado por todos nosotros como alta cultura. Hay un aspecto metalingüístico insoslayable para el académico: yo hablo de baja cultura, pero para ser tomado en serio tengo que hacerlo según los parametros que me marca el sistema académico, de manera que mi discurso sobre baja cultura pueda ser considerado como alta cultura.

En cambio, los blogs que cito daban un salto fuera de la jaula donde se encierra este discurso académico. Podían hacerlo con éxito porque aterrizaban en el blog, formato donde se dan dos características fundamentales: libertad de expresión (bueno, al menos para decidir lo que es serio y lo que no) y acceso a un público mucho mayor que el de los fancines, que hasta ese momento eran las únicas publicaciones que ejercían ese tipo de discurso.

El caso es que pasado el tiempo dejé de leer la mayoría de estos blogs: ¿Por qué dejé de leerlos?

  • Primero, porque yo tenía una vida con la que seguir adelante y unos ritos académicos que pasar, y las teorías y divagaciones sobre las películas malas de Nicolas Cage, por mucho que me entretuvieran, no me ayudaban a ello. Aquella era una información con la que yo no construía nada concreto (ni falta que hacía: no era esa la intención de los autores), así que tuve que elegir.
  • Segundo, por un cierto aire de camarilla y colegueo que reinaba entre los blogueros. Es algo normal, e incluso inevitable, que se conocieran y recomendaran unos a otros, hablaran de ellos mismos… pero eso a la larga hace que uno pierda el interés inicial: no vas a estar siempre leyendo al mismo grupo de coleguillas.
  • Tercero, y tal vez lo más importante, a un cierto punto algunos empezaron a adoptar los mismos vicios del discurso académico oficial que ellos, de manera implícita, criticaban. Recuerdo un bloguero que escribió un post sobre una conferencia que había dado el creador de la serie House en Barcelona, y se mofaba de una conferencia anterior sobre literatura rusa, en plan: «hablan de Tolstoi, menudo festival». Sin quererlo, el bloguero había establecido una nueva distinción entre alta y baja cultura, diversa de la académica, claro, pero no por ello menos discriminatoria: «House mola; Tolstoi es un tostón»; «series americanas, bien; literatura rusa del XIX, mal». No es la única distinción de ese tipo que advertí. A partir de ese momento me pareció que en internet podía resultar más subversivo y arriesgado hablar de Tolstoi o de Pico della Mirandola que de zombies y Godzilla. Desde luego, es mucho menos popular.

Leon Tolstoi en 1908

 Leon Tolstoi en 1908. Un respeto.

Ahora he vuelto a pensar en todos ellos a raíz de una entrada conmemorativa y a la vez crítica en el blog del Dr. Zito. ¿Qué ha pasado con todos estos blogs? Algunos han desparecido, como el blog de Lardín o el de Vigalondo. Otros se han trasladado a páginas web de revistas, donde siguen a su marcha. Otros se han diversificado: No Recomendable, por ejemplo, dio lugar a las desafiantes Reflexiones de Repronto. Atareados sus autores en otros proyectos, esos blogs han quedando relegados a un segundo plano. Poco o mal atendidos, muchos quedan reducidos a escaparate de enlaces, imágenes o vídeos. Y claro, para hacer eso ahora tenemos Tumblr, Twitter y Facebook, lugares donde emigran muchos ex-blogueros.  Como nota el Dr. Zito, ahora resulta más sencillo enlazar algo en una red social que escribir una entrada en un blog, así que parece que el panorama cambia y el formato blog, después de la explosión inicial, tiende a desaparecer y, con él, la creatividad, la subversión, el canon reload y todo lo demás.

¿El blog ha muerto? ¿Y si lo hace qué leches enlazamos ahora desde Twitter y Facebook? Lo crean o no, éste era el tema del que quería hablar en esta entrada, pero claro, uno se enreda contando batallitas y pasa lo que pasa, así que cuelgo el «to be continued» y les emplazo a la próxima, apasionante entrada sobre el futuro de los blogs.

[Por ser breve he dejado de lado dos categorías de blog a las que también era muy adicto: blogs de crítica cinematográfica y blogs de guionistas, que son para darles de comer aparte. De estos últimos no puedo dejar de recomendar thehardmenpath, de Alejandro Pérez, con unas entradas que no tienen desperdicio, ya hablen de la crisis económica ya de las películas de Disney. Por cierto, El Misterio de los Intervalos de Silencio está desaparecido, pero pueden leerlo en parte aquí, gracias a la Wayback Machine de Internet Archive (¿de dónde voy a sacar si no una captura de pantalla del portal de Terra en 2002?)]

La política y el dolor ajeno. Mariano Rajoy, Tony Judt, Desmond Morris

Ustedes ya lo saben, así que seré breve: el otro día está Mariano Rajoy en Bruselas de «charla informal» con su homologo finlandés, Jyrki Katainen (traductor de por medio, claro. No sé cómo puede una charla ser informal así), momentos antes de iniciarse el Consejo Europeo, y le suelta eso de:

La reforma laboral me va a costar una huelga general

Y claro, se arma la que se arma. Que por qué nos tenemos que enterar de esas maneras, que por qué dice fuera lo que no se atreve a decir aquí, que qué falta de respeto hacia los españoles, etc. Recuerdo un colaborador del programa Asuntos Propios, de rne1, indignado por el tono en que lo dice: así, sin darle importancia, como quien comenta los gajes del oficio: «¿sabes el otro día lo que me pasó?», «pues sí, ya ves tú», «si es que estas cosas son así», y tal.

Y claro, uno piensa que para esta gente, que son políticos de profesión, una huelga general es un gaje del oficio. Si eso fuera un congreso internacional de física, hablarían cada uno de sus experimentos. Si fuera de abogados, de los casos que tiene cada uno en su país. Como es un congreso de presidentes del gobierno, pues hablan de política, claro, pero no a la manera en que lo hacemos nosotros, sino con ese tonillo medio de resignación que les da la familiaridad profesional que tienen con el tema:

— ¿Qué tal las cosas por Finlandia?

— Así así. El otro día me grabaron un ministro haciendo cosas raras con un koala y lo he tenido que dimitir.

— Qué barbaridad. Pues yo estoy ahora con una reforma laboral que seguro que me cae una huelga que no veas.

— Hay que ver cómo está el patio últimamente. Ya verás como esto te gusta. En el bar hay 2×1 hasta las ocho.

Tony Judt, Fernando Vicente, política, moral, dolor

Tony Judt retratado por Fernando Vicente

No sé, cosas así. ¿Que qué me parece? Pues normal. Lo que me inquieta es el reverso de la moneda, cuando vuelven a sus respectivos países y se dirigen a los ciudadanos y estas cosas ya las dicen de otro modo: «es una situación grave», «hemos tomado decisiones muy difíciles», «tenemos que hacer sacrificios», todo dicho con cara muy de circunstancias. Y claro, esos deslizamientos a la primera del plural dan qué pensar: ¿quiénes «hemos» tomado esas decisiones? ¿para quién son difíciles? ¿quiénes nos «tenemos» que sacrificar? Son declaraciones genéricas, bastante habituales hoy en día, que me hacen recordar algo que le leí el otro día a Tony Judt.

Judt es un historiador recientemente fallecido que, poco antes de morir, escribió dos libros sobre su presente y el de todos. Uno de ellos es Algo va mal y en él denuncia, entre otras cosas, el vocabulario pretendidamente ético que los políticos actuales han introducido en su discurso para reforzar sus argumentos económicos.

Cuando imponen recortes en las prestaciones sociales –cuenta Judt–, los legisladores estadounidenses y británicos se enorgullecen de haber sido capaces de tomar ‘decisiones difíciles’. Los pobres votan en mucha menor proporción que los demás sectores sociales, así que penalizarlos entraña pocos riesgos políticos: ¿eran tan ‘difíciles’ esas decisiones? Actualmente nos enorgullecemos de ser lo suficientemente duros para infligir dolor a otros.

Infligir dolor a otros. La expresión es fuerte, de las que se usan para hablar de violencia y crímenes. ¿La política de recortes y austeridad es violenta? ¿Recortar las pensiones supone infligir dolor a los más pobres? ¿Los políticos actuales hacen daño a quien menos tiene? No quisiera resultar demagógico pero creo que sí. Y claro, hacer daño no es fácil ni agradable, al menos para las personas no acostumbradas a la política y con un cierto grado de empatía. Pienso en la reciente ministra de trabajo italiana, Elsa Fornero, llorando al anunciar los recortes que van a realizar para ahorrar 25.000 millones de euros.

La ministra italiana Elsa Fornero llora al anunciar los recortes

La ministra italiana Elsa Fornero llora al anunciar los recortes

¿Por qué llora Fornero? Porque no está acostumbrada a la profesión del político. Es una persona con un perfil de carácter técnico, ajena al mundo de la carrera política, y para ella ni los recortes ni las huelgas son un gaje del oficio. No ha ido a clases de interpretación ni tiene asesores de comunicación que le expliquen cómo tiene que decir las cosas en público. No necesita parecer preocupada ni compungida porque, simplemente, lo está.

No me malinterpreten. Con esto no quiero decir que los políticos sean unos desalmados sin sentimiento ni capacidad de empatizar con los demás. Simplemente quiero decir que, desde que la política se vuelve una profesión que se enseña, el disimulo, el engaño y la apariencia forman parte intrínseca de ella. Habrá políticos con una mayor capacidad de empatizar con el dolor y el sufrimiento que están infligiendo a los demás, y los habrá con una capacidad menor. Pero en todos ellos se da, de manera inevitable, un cierto distanciamiento respecto a los problemas y el dolor que están padeciendo muchas de las personas para quienes gobiernan, sobre todo, imagino, en lo que respecta a políticas estatales o internacionales.

Esto me recuerda otra cosa que leí hace mucho tiempo: Desmond Morris es un zoólogo y etólogo inglés que, para mi sorpresa, todavía sigue en activo y publicando. En 1969 escribió El zoo humano, un libro en el que compara el comportamiento de los líderes políticos mundiales con el de los jefes de las tribus de primates. La conclusión es que no hay mucha diferencia: en muchos casos, los comportamientos políticos son de carácter irracional y obedecen a ciertas constantes primarias, de tipo instintivo, que se hallan presentes tanto en las tribus humanas como en las simiescas. Pues bien, Morris, que escribe en plena guerra fría, se pregunta cómo podría evitarse el peligro de una guerra global entra la URSS y los EEUU. Las guerras, dice Morris, tienen muchas ventajas para el dirigente moderno:

En primer lugar, no tiene que arriesgarse a que le dejen el rostro ensangrentado. Además, a los hombres que envía a la muerte no los conoce personalmente: son especialistas, y el resto de la sociedad puede continuar su vida cotidiana. (…) Y tener un enemigo exterior, un villano, puede convertir en héroe a un dirigente, unir a su pueblo y hacerle olvidar a éste las rencillas internas.

Human Zoo, zoo humano, Desmond MorrisLa posibilidad de morir es lo que modera las guerras que emprenden las tribus de primates, cosa que no sucede con los cabecillas de las supertribus humanasLa respuesta, por tanto, es sencilla: evitaremos la guerra global entre los dos países destruyendo los refugios nucleares de sus respectivos presidentes, exponiéndoles al peligro. A ninguno de los dos se le ocurrirá lanzar un ataque nuclear cuando sea su propia vida la que esté en juego.

De nuevo: resulta más fácil infligir dolor a los demás que a nosotros mismos. Extrapolando este razonamiento a la política del sufrimiento de la que estamos siendo objeto en estos días, ¿qué solución obtenemos? Los políticos se pensarían dos veces los ajustes si éstos les afectaran directamente: si sus familiares se quedaran sin trabajo y su sueldo se viera mermado. Si esa primera persona del plural que suelen utilizar respondiera a la realidad. Si las decisiones fueran «difíciles» también para ellos y la «dureza» de los recortes no fuera una simple metáfora.

Confieso que no me queda claro si esto es sentido común o demagogia barata. ¿Sería esto una solución? Resulta tan sencilla como difícil de llevar a la práctica, al menos mientras la política continúe siendo una profesión per se y existan la comunicación política y los asesores de imagen. Sí podría ser un punto de partida, una prueba más de la necesidad que tenemos hoy en día de replantearnos el sentido de la política y la función de los políticos. ¿Hay lugar para la compasión en la política actual?

[Precisamente de replantearse la política, de redefinir la socialdemocracia y de la compasión trata el libro de Judt, una especie de testamento político sobre el que me gustaría volver algún día en este blog. Las citas son de: Tony Judt, Algo va mal. Madrid, Taurus, 2011, p. 47; Desmond Morris, El zoo humano. Barcelona, RBA, 1993, p. 107].

Actualización (13/2/12). Curiosamente, poco después de terminar esta entrada me he encontrado con un interesante artículo sobre las lágrimas de Fornero. El ángulo es otro, claro. También me he encontrado con el anuncio de una reforma laboral que, me temo, causará dolor e indignación. Aquí unas reacciones en caliente sobre el asunto.

koala

Él nunca lo haría

David Foster Wallace

Bueno basta. Me van a permitir un post sobre una lectura veraniega de esas que se te quedan: Hablemos de langostas, de David Foster Wallace. Se trata de un autor del que se habla bastante en internet (¿porqué los correctores de Word y de WordPress te obligan a escribir «Internet» así, con mayúsculas?) y está considerado uno de los principales exponentes de la novela contemporánea norteamericana, junto con Jonathan Franzen y Don DeLillo y alguno más. Ya se le cataloga (porque somos mucho de catalogar) como hijo de Thomas Pynchon y padre de Jonathan Safran Foer y, encima, se ahorcó con 46 años de edad, con lo que ya se imaginan el nivel de reverencia e idolatría. Vamos, que hay que leerlo.

Como soy contrahecho no he comprado una novela, sino una recopilación de artículos periodísticos titulada Hablemos de langostas. La temática es más bien heterogénea: uno te habla de Kafka, otro de los premios anuales de la academia americana de cine porno, otro de la campaña de John Mc Cain a las primarias del partido republicano, otro de una biografía de Dostoievski y así. Sin embargo, una serie de constantes temáticas recorren todo el libro y, sospecho, la obra de este novelista. Una es la imposibilidad hoy en día de tomarse en serio los Grandes Temas de la naturaleza humana, los valores e ideales que van más allá del reducido círculo de nuestros intereses egoístas. ¿Ven? Sólo hablar de «valores e ideales» ya da como repelús, uno piensa: «¿qué rollo me va a soltar este y con qué aviesas intenciones?». Pues lo mismo le ocurría a Foster Wallace, y se preguntaba porqué.

David Foster Wallace

Foster Wallace con dos fans un poco inquietantes (Wikimedia)

Mc Cain, por ejemplo, es un candidato cuyas ideas el autor no comparte en absoluto. Sin embargo, le fascina su capacidad para hablar de «causas más elevadas que el interés personal» sin despertar una reacción de rechazo cínico entre el auditorio más joven. Le impresiona la cercanía del candidato, o mejor dicho, el hecho de que transmita una imagen de cercanía que no es percibida como «imagen de cercanía» (ideada por un equipo de asesores de imagen), sino que es real. Wallace no puede dejar de preguntarse si se trata de una ultra-cínica y sutil estrategia publicitaria, o de una simple realidad que un intelectual-tipo como él no es capaz de asimilar. Y eso porque el «intelectual-tipo» ya no es capaz de percibir «la realidad» sin más: necesita cubrirla de una pátina de ironía o escepticismo o ambas cosas, especialmente cuando parece apelar a valores e ideales que trascienden la mera esfera individual. El problema no es Mc Cain, es el propio Wallace.

Esto tiene implicaciones estéticas y literarias, que Wallace pone de relieve cuando comenta la biografía de Dostoievski escrita por Joseph Frank. Dice:

La biografía de Frank nos hace preguntarnos por qué parece que en nuestro arte necesitemos distanciarnos mediante la ironía de las convicciones profundas o de las preguntas desesperadas, de forma que los escritores contemporáneos tienen que convertirlas en bromas o bien intentar abordarlas bajo el disfraz de algo como la cita intertextual o la yuxtaposición incongruente.

Este alejamiento de los Grandes Temas hace que nuestra literatura esté lastrada por una pobreza temática inevitable.  Para Wallace dos incidentes en la historia de la literatura han propiciado esta situación:

1) Los viejos modernistas elevaron la estética (el estilo) al nivel de la ética (el contenido), motivo por el que «todas las Novelas Serias después de Joyce suelen ser valoradas y estudiadas por su grado de innovación formal», dejando de lado las grandes cuestiones.

2) El posmodernismo (sea lo que sea) y la teoría literaria han impuesto a los novelistas «el requerimiento de la conciencia textual de uno mismo». Es decir, que eso del narrador omnisciente en tercera persona ya no puede ser de ningún modo Literatura Seria: el autor tiene que mostrarse consciente de su condición de narrador, de la manipulación a que somete a sus personajes, etc. Ya saben: para ser postmoderno hay que usar intertextualidad y metalenguajes a tutiplén.

Portada edición española de Hablemos de Langostas. David Foster WallaceAhora es cuando ustedes sospechan que todo esto no es más que un truco para hablar por enésima vez de… la novela post-postmoderna (¡chachachán!). Así es, pero les juro que no era mi intención. Abro sólo un pequeño paréntesis: la consecuencia que Foster Wallace saca de todo esto es que hoy en día «la Literatura Seria ha de estar distanciada de la vida real». Y la gran pregunta que me hago (es un decir) es: ¿supone la NP-P una vuelta de tuerca más en este distanciamiento o encarna, en cambio, el regreso a la realidad negada por el postmodernismo? Se trata, claro, de una realidad extraña como sólo la nuestra sabe serlo, bastante más difuminada e incierta que la de Galdós, pero realidad al fin y al cabo ¿no? ¿Supondrá, entonces, la NP-P el retorno de la literatura a los Grandes Temas, la posibilidad de apagar el «modo irónico» que llevamos siempre encendido? No creo que Wallace fuera ajeno a estas cuestiones: el ultimo artículo del libro, por ejemplo, convierte las notas a pie de página en una especie de enlaces a hipertextos bidimensionales (vamos, que la página está llena de flechitas y cuadritos de texto), lo que parece un remedo de post-postmodernismo (no sé ni si existe el término).

Bueno, cierro paréntesis: el caso es que si pasamos de las Novelas Serias a las Vidas Cotidianas notamos que el efecto es el mismo: nosotros también nos distanciamos de la realidad (esa de la que hablan los Grandes Temas, no el simulacro en el que vivimos sumergidos la mayor parte del tiempo). El motivo: nuestro escepticismo congénito hacia la gente que nos habla de ellos. La gente convencida de sí misma nos da cosica, el entusiasmo generalizado nos despierta deconfianza y ese tío tan simpátio cierta inquietud: «¿qué me quiere vender este tío?», «a ver por dónde me la cuela», «no se puede ser así en realidad«. No sé, por lo menos a mí me pasa. Consideramos la ideología como el campo propio de los vendedores que buscan siempre sacarnos algo. La misma palabra «ideología» ya tiene cierta connotación negativa. Por eso nos hemos vuelto demasiado cínicos como para tomarnos en serio los Grandes Temas.

Wallace se pregunta si no será culpa nuestra, por haber abandonado el terreno de juego en manos de fundamentalistas religiosos, teóricos de la conspiración y fanáticos de lo políticamente correcto. Yo añadiría que la publicidad, la mercadotecnia y las estrategias de comunicación nos han despojado de la posibilidad de tomar los Grandes Temas de manera abierta, sin ningún tipo de mediación cínica: si viene alguien enarbolando «causas más elevadas que el interés personal» desconfiamos de manera automática, buscamos qué se esconde detrás y, normalmente, lo encontramos. Por eso la literatura de hoy en día sólo puede hablar sin ironía de causas más bien bajas, de antihéroes y gente ocupada en sus pequeñas miserias.

Supongo que a Wallace le decepcionaba esta literatura y se preguntaba si valía la pena vivir en un mundo así.

[Los pasajes que cito están en David Foster Wallace, Hablemos de langostas (trad. de Javier Calvo), Debolsillo 2009, p. 334 y ss. Un par de enlaces interesantes sobre el escritor: aquí la reseña de Hablemos de langostas de Rodrigo Fresán para la revista digital Letras Libres; aquí la entrada que el blog El lamento de Portnoy dedica a Extinción, la última antología de relatos de Wallace]