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El Quijote entre mito y novela

1. Mito y novela

Michelle Houellebecq distingue las dos cosas en su ensayo sobre Lovecraft. Para el francés una novela es algo cerrado, o, por mejor decir, enmarcado: tiene un desarrollo claramente definido por un autor, quien decide qué se narra y qué no se narra, él sabrá porqué. El autor es, así, el límite de la novela. El mito, en cambio, es una historia que sobrepasa a su propio autor: es retomada por otros, existen versiones distintas y, en el caso de la mitología clásica, se ha transmitido durante siglos sin que se conozca, siquiera, quién fue el primero a quien se le ocurrió tal o cual mito. El escritor de Providence sería, en este sentido, un moderno creador de mitos. Los de Cthulhu, por ejemplo, son historias que abandonan a su creador para verse ampliadas y desarrolladas en las obras de los seguidores de Lovecraft -la fan fiction se convierte, así, en el vehículo de transmisión de esta mitología contemporánea.

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La novela post-postmoderna. Literatura en la era de internet (2a parte)

(Aquí la primera parte de este post)

Pues sí, más divagaciones sobre internet, literatura y esa novela post-postmoderna hecha a base de tuits y vídeos de youtube que no sabemos cómo será ni si revolucionará la literatura o acabará con ella o vaya usted a saber.

Servidor concluía el post del otro día diciendo que la novela post-postmoderna que revolucionará la historia de la literatura seguramente no la veamos usted y yo, y si la vemos probablemente ni nos enteremos, un poco como pasó con El Quijote. Esto es un truco para crear expectativas, claro, y seguramente usted no habrá podido dormir en todo este tiempo pensando «¿a qué venía eso del Quijote?», «¿y lo de Teddy Bautista no es fuerte o qué?», «y ahora que en el súper me cobran por las bolsas de plástico…», y cosas así. Pero la analogía tiene su sentido, no crea. Le cuento.

Convengamos que El Quijote constituye el inicio de la novela moderna. Pues resulta que, además, el Quijote fue un éxito de ventas en su época, tanto que le salió un imitador, el Quijote de Avellaneda, que el mismo Cervantes mencionó en la segunda parte de su obra, escrita, entre otras cosas, para ganarse unos buenos dineros visto el éxito de la primera. ¿A qué se debió este éxito?

Pongámonos en situación: a la plaza de una pequeña ciudad de inicios del siglo XVII llega un comerciante de libros para vender su preciado cargamento. Se le acerca un hidalgo, un artesano o algún otro habitante de la ciudad más o menos letrado y ve un ejemplar del Quijote.

Vaya -piensa-, la obra que inaugurará el género de la novela moderna. Voy a echarle un vistazo.

No, ¿verdad? Lo más probable es que piense:

Vaya, el libro en el que sale un chalado que se cree caballero y va por ahí liándola parda. Voy a comprarlo a ver si me echo unas risas.

Juan de Jauregui. Retrato de Miguel de Cervantes

Retrato de Cervantes por obra de Juan de Jáuregui, 1605 (vía Wikimedia)

Porque el Quijote era eso: una broma, una chanza, echarse unas risas a costa del género literario más famoso de la época: el de la novela de caballerías. Lo de la modernidad literaria y el clásico de la literatura universal y los dispositivos de metaficción y demás ya vino después, porque los profesores de literatura de algo tienen que vivir. Para un habitante del siglo XVII el Quijote era un entretenimiento con el que todo el mundo se reía a costa de los dos pobres desgraciados que lo protagonizaban. Quiero decir con esto que nadie tenía conciencia de que la imprenta debiera dar lugar a un género que le fuera el más propio, ni de que éste debiera revolucionar la historia de la literatura. Nadie pensaba cosas del tipo: «con lo novedosa que es la imprenta a ver cuándo aparece la primera novela moderna e iniciamos así una nueva etapa en la historia de la literatura», y por lo tanto nadie caía en la cuenta de que precisamente el Quijote era esa novela. Por eso digo que la novela post-postmoderna podría estar delante de nuestros ojos y no la veríamos. Aunque no creo que sea el caso.

El mismo Cervantes no debía estar pensando en estas cosas cuando escribía su obra más conocida. No le veo, por ejemplo, teniendo una visión en sueños que le diga:

Miguel (porque las visiones son más de tutear), tienes que escribir la obra fundacional del género de la novela moderna

Y el hombre levantándose de repente para llevar a cabo su misión literaria. Le veo más bien puteado porque ha sido soldado, a perdido un brazo en Lepanto, ha sido esclavo en Argel durante cinco años, y lo que quiere es ganarse la vida sin tener que jugarse el otro brazo y, a poder ser, acumular algo de dinero. Ojo, pretensiones literarias no digo que no tuviera, como tampoco le voy a negar ningún merito al Quijote. Pero se daban bajo la forma de la sabiduría que da el tener mucho arte para escribir y para leer, contar con mucha vida a las espaldas y haberla meditado bien.

Ahora, sin embargo, sí hay conciencia de que internet es un medio revolucionario que debe dar lugar a un nuevo género literario. Se habla del tema, y eso es raro. Tenemos una excesiva conciencia de la novedad que supone internet y, al mismo tiempo, no somos capaces de crear algo hecho enteramente «de internet». ¿Por qué? Pues porque uno no puede sentarse ante el ordenador diciéndose: «voy a componer la primera novela post-postmoderna… mi nombre aparecerá en los manuales de literatura… ¡muahahaha!», y hacer algo medianamente decente. ¿Motivos? Se me ocurre uno: permanecemos indefectiblemente fieles a los esquemas aprendidos del papel.

Emblema de los impresores, de Jodocus Badus Ascensius, 1520 (vía Wikimedia)

Fíjense en una cosa: se escribe todavía más de internet que desde internet; se dedican más blogs a hablar de todo lo que la red puede dar de sí (herramientas, gadgets, aplicaciones, utilidades) que a hacer algo concreto con ellas; intuimos lo que se puede hacer con la tecnología digital, pero no estamos dotados para llevarlo a cabo plenamente ¿No es un síntoma que los blogs más influyentes de la red estén dedicados a temas relacionados con esa misma red? Es como si los libros más influyentes hablaran de cómo se hace el papel, o de nuevos sistemas de encuadernación, o de las editoriales más famosas. Somos extrañamente conscientes de la novedad y la importancia del nuevo medio a cuyo nacimiento hemos asistido, no paramos de hablar de él, pero no somos capaces de crear desde él, de la manera que le es más propia, siguiendo sus reglas. El medio puede que esté técnicamente desarrollado, pero nosotros no.

Es algo de lo más normal. Como decía en el otro post, las tecnologías digitales pueden cambiar muy rápido pero nosotros seguimos siendo los mismos. Lo que hacemos con internet todavía se parece mucho a lo que hacíamos en papel, y este blog es un buen ejemplo. De la misma manera, los primeros libros impresos imitaban en su tipografía la grafía y el aspecto de los manuscritos. Ese medio revolucionario que era la imprenta de tipos móviles tenía un potencial enorme, pero no podía desplegarse enteramente hasta que los ojos y las cabezas de la gente de entonces no se hubieran acostumbrado a una nueva manera de escribir, editar, imprimir y vender un libro.

Desde que Gutenberg inventó la imprenta hasta que se publicó el Quijote pasaron 155 años, y yo no me creo ni mejor ni más dotado que la gente de entonces. ¿La novela post-postmoderna? Me temo que todavía se hará esperar un poco.

PD. Una curiosidad elocuente: por lo visto los primeros libros publicados en cada idioma son en su mayor parte obras banalísimas que no están, desde luego, a la altura del medio en el que vieron la luz. Porque nadie estaba pensando en eso, claro.